lunes, 8 de noviembre de 2010

Mes de María

Mujer de camino y mesa compartida

Escrito por Nicole Vásquez (CVX Jóvenes Santiago)

Pasaban 1,2,3 minutos, y la cápsula seguía subiendo… todos nos encontrábamos expectantes a la espera de que se asomara el primero de los 33 que volvería a encontrarse con los suyos luego de 70 días en que sólo pudieron acompañarse y alumbrarse con la luz de sus cascos. Se encontrarían con la luz de la luna, con el flash de las cámaras, con la luz de la mirada ansiosa y esperanzada de las familias que esperaban el encuentro, develando la enorme profundidad de la tierra que se hacía notar durante esos 15 minutos de ascenso.

Esa actitud de espera atónita, silenciosa, entregada, se nos hace conocida a todos los chilenos, ya que nos ha acompañado durante este año desde el particular clamor de nuestra Tierra, la cual ha necesitado rasgarse, reacomodarse, encontrar un nuevo punto desde el cual seguir dándonos sustento, desde donde nacen nuevas formas, nuevas geografías…

Este es el Chile que vivimos hoy y del que podemos leer los signos de Dios para nosotros. Algo significativo se esconde tras ese viaje hacia la superficie, tras esa mirada atenta de un país entero que intenta observar a través de un pequeño orificio aquel espacio profundo e infinito que posibilita el encuentro.
Esta imagen ha logrado conectarme con una joven sencilla de Nazareth, desde su actitud de escucha creyente, de espera y compañía gratuita. Una joven marginal que, siendo una como nosotr@s, ha permitido vislumbrar en su propio vientre el milagro del encuentro entre la profundidad de nuestra tierra y lo trascendente. Ha sido esta joven que he tenido la dicha de conocer y re-conocer desde los Ejercicios Espirituales bajo el nombre de “Nuestra Señora del Camino” la que, lejos de guardarme para ella bajo un cuidado señorial, me ha alentado en el seguimiento de Jesús.
María es “la que creyó primero”, la que se entrega ella toda y acoge las promesas de Dios en su vientre, dejando que en ese diálogo se produzca el milagro: la Vida. En esa vida de Jesús, se vuelve plenamente madre, enseñándole a dar sus primeros pasos en el mundo, a decir sus primeras palabras. En esta tarea, María no sólo acoge la promesa del Reino sino que la protege, deja que tome su vida entera… nos enseña sobre una promesa de Dios que transforma, desafía y cuestiona, una promesa que es dinámica y moviliza en pos del seguimiento de Jesús. Ella es la que recorre primero el camino, y mediante éste, nos conecta con Nuestro Señor.
Para mí, María ha sido madre, confidente e inspiración, modelo de amor y de servicio desde lo profundo de su Ser Mujer; mujer del ayer y del hoy, que en el dinamismo del seguimiento se suma al conflicto de Jesús. Conflicto que nos desacomoda porque se hace presente también hoy, desde los excluidos de nuestro tiempo, desde aquéllos que por más que quisieran no encuentran a nadie que les ayude a salir a la superficie. Ella no nos regala sus dones con el fin de desviar nuestra mirada hacia una devoción autorreferente, sino que nos anima desde Su ejemplo en el seguimiento confiado y atento de su Hijo, ayudándonos a salir de nosotros mismos en búsqueda del encuentro con Aquél que su voz no es escuchada.
Pidámosle especialmente en este mes, ese don tan propio de ella de “escuchar creyendo” desde nuestros miedos y dudas, desde las nuevas geografías de nuestro país y sus fragilidades hondas, para que podamos ayudar a levantar a partir de ellas, un país que acoge, que acompaña gratuitamente, que valora su tierra y a todos quienes son parte de ella. Un país que sea como aquel campamento Esperanza que fue capaz de unirse desde la diversidad, de compartir la mesa, los dolores y las alegrías, ya que ellos fueron ejemplo, como María, de que salir de nuestra casa a un lugar común para compartir la vida en su esplendor, es promesa de Reino para el Chile que soñamos.

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