viernes, 25 de mayo de 2012

Asamblea 2012 y Nuevo Consejo

Durante el fin de semana pasado (18 al 21 de Mayo) se realizó en Padre Hurtado (Santiago), una nueva Asamblea Nacional para elegir al nuevo CEN y para discernir sobre los lineamientos hasta el 2020.
Les dejamos un video de Miguel Collado (Presidente Re-electo) con sus impresiones de lo que se vivió en esos días.



Video de Roberto Bravo, CVX Valparaiso

miércoles, 16 de mayo de 2012

Asamblea Nacional


Este fin de semana se llevará a cabo la Elección de un nuevo CEN y se discernirán los nuevos lineamientos a Nivel Nacional, rogamos a Dios para que podamos escuchar su voz y reconozcamos la mejor forma de caminar hacia las fronteras.

En el siguiente link, se puede obtener más información sobre los candidatos a los cargos, el trabajo de las regiones antes de la Asamblea entre otros...


viernes, 4 de mayo de 2012


Ciudad del Vaticano, 4 mayo 2012 (VIS).-Benedicto XVI recibió esta mañana a cinco nuevos embajadores, no residentes, ante la Santa Sede: Teshome Toga Chanaka (Etiopía); Dato' Ho May Yong (primera representante diplomática de Malasia); David Cooney (Irlanda); Naivakarurubalavu Solo Mara (República de Fiji); y Viguen Tchitetchian (Armenia).

Siguen extractos del discurso que el Santo Padre dirigió, en francés, a los embajadores: “El desarrollo de los medios de comunicación ha hecho que nuestro planeta sea, de alguna manera, más pequeño (...) La constatación del tremendo sufrimiento que la miseria y la pobreza, tanto material como espiritual, causan en todo el mundo llama a una nueva movilización para hacer frente, en la justicia y la solidaridad, a todo lo que amenaza al ser humano, a la sociedad y al medio ambiente”.

“El éxodo hacia las grandes ciudades, los conflictos armados, el hambre y las pandemias, que afectan a tantas poblaciones, desatan una pobreza que en nuestros días ha asumido nuevas formas. La crisis económica mundial hace que cada vez más familias vivan con precariedad. Y cuando la creación y la multiplicación de las necesidades induce a creer en la posibilidad del disfrute ilimitado y del consumo, la carencia de medios necesarios para lograrlo desemboca en la frustración (...) Cuando la pobreza coexiste con una enorme riqueza, brota la percepción de una injusticia que puede convertirse en fuente de rebelión. Por tanto, es necesario que los Estados garanticen que las leyes no aumentan las desigualdades sociales y que las personas puedan vivir decentemente”.

“El desarrollo al que aspiran todas las naciones tiene que concernir a la persona en su integridad y no solamente al factor económico (...) Experiencias tales como el microcrédito y las iniciativas para crear asociaciones equitativas, demuestran que es posible armonizar los objetivos económicos con los vínculos sociales, la gobernabilidad democrática y el respeto por la naturaleza. También es aconsejable, devolviéndoles la nobleza que se merecen, el fomento del trabajo manual y la promoción de una agricultura que redunde en beneficio de la población local”.

“Para fortalecer el factor humano en la realidad socio-política, es necesario prestar atención a otro tipo de miseria: la que se refiere a la pérdida de referencia a los valores espirituales, a Dios. Este vacío hace más difícil el discernimiento entre el bien y el mal y la superación de los intereses personales en favor del bien común (...) Los Estados tienen el deber de promover su patrimonio cultural y religioso, que contribuye al desarrollo de una nación, y de facilitar el acceso a todos, porque familiarizándose con su historia, cada uno llega a descubrir las raíces de su propia existencia”.

“La religión lleva a reconocer al otro como a un hermano en la humanidad. Dar a todos la oportunidad de conocer a Dios, con plena libertad, es ayudarles a forjarse una personalidad fuerte que los capacitará para dar testimonio del bien y de llevarlo a cabo, aunque cueste. Se podrá así construir una sociedad donde la sobriedad y la fraternidad triunfen sobre la miseria, sobre la indiferencia y el egoísmo, sobre la explotación y el derroche y, ante todo, sobre la exclusión”.

Recomendado por Guillermo Baranda sj

martes, 1 de mayo de 2012

Buen Pastor por Nathan Stone sj


Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.  Juan 10:14

               Algo de confusión se ha producido sobre el envío a proclamar el evangelio a todas las naciones.  Algunos lo han comprendido como un mandato para colonizar territorios, culturas y conciencias.  No se proclama buena noticia; se decreta estado de sitio.  Los más fervorosos no salen a invitar, sino a imponer.   Dicen palabra de Dios como si fuera una orden dictada por una autoridad militar, dando a entender que quien no cumpla, puede esperar lo peor; fracasos y desgracias en esta vida, y las penas eternas, después.   El Resucitado trae la paz, pero los falsos pastores procuran el poder fomentando la ansiedad.   Saben que esto no es el estilo de Jesús, pero dicen que es necesario para obligar al pueblo a obedecer.

                Se absolutiza todo, y se excluye la misericordia por miedo a la relativización.  La libertad de los hijos de Dios se vuelve anatema.  La gente ha puesto su fe en la esclavitud, en la prohibición que parece descender de una autoridad irracional y arbitraria.  Se da a entender que, para ser católico, hay que obsesionarse hasta la última consecuencia con los detalles más insensatos; por el cumplimiento riguroso de la letra de la ley, cual fariseo frío, severo y sin amor.  Para así aplacar la ira de una divinidad que no desea salvar su rebaño, sino que está buscando un motivo para arrojar sus creaturas al infierno.  ¿Qué creencia es ésta? ¿Qué imposición más macabra y exótica?

                La cultura autoritaria ha colonizado el rebaño.  En la vida cotidiana, el pueblo aprendió a hacerse el simpático con los que llevan las riendas.  Se sabe que, ante la arrogancia terrenal, el hombre sencillo debe halagar, deferir y adular para ser recompensado con favores; o, al menos, para no ser perseguido.  El pueblo practica la hipocresía con sus maestros, gobernantes y patrones para sobrevivir.  A veces, es inconsciente; otras veces, descarada. 

                Hemos reconstituido el cristianismo de acuerdo al mismo modelo.  Es una visión pagana y supersticiosa.  Se hacen rezos y misas con temor, cinismo y resignación; como quienes fueran a realizar trámites en la municipalidad, para persuadir al Altísimo a resolver favorablemente sobre sus asuntos particulares.  Se cree que Dios no es bueno, ni compasivo, ni misericordioso; sino simplemente poderoso, categórico e implacable; alguien a quien se debe tratar con deferencia, no por amor, sino porque es él que firma los cheques; él que demanda pagamento de las deudas. 

La oración del católico es egoísta e infantil.  Se pide por sí mismo, por los proyectos personales, por la propia salud y por la prosperidad individual.  Se pide por los muertos, pero sólo por los muertos que fueron parientes cercanos y conocidos.  Ninguno pide por la salvación del mundo, ni por los abandonados, ni por los presos, ni por los refugiados, ni por los olvidados.  

Peor aún, el católico sólo sabe orar pidiendo.  Reza para conseguir beneficios.  No reza para conocer la voluntad de Dios, ni para ofrecerse en la misión, ni para comprometerse con el Reino.  No quiere entrar en comunión con su Creador, ni colaborar con la salvación del mundo.

Se fomenta una relación enfermiza con la autoridad.  No calza con el modelo de buen pastor.  A modo de ejemplo, veamos lo que, en la vida religiosa, se llama la santa obediencia.  Los medios la retratan como el principio fundamental de un ejército descerebrado, pronto para mentir y asesinar con tal de cumplir un voto arbitrario y obligatorio.  Es mito.  La santa obediencia no puede obligar al pecado.  Todo religioso tiene la obligación ante Dios de desobedecer en conciencia si alguna vez le pidan actuar en contra de la compasión, en contra del evangelio, en contra del amor misericordioso universal que el Resucitado anunció. 

Así, con más razón, en la vida laical.  En base a puras promesas bautismales, la autoridad no puede obligar a pecar, no puede exigir que se deje de amar al Dios con todo el corazón y al prójimo como a uno mismo.  No puede inventar otra prioridad más alta que esa. 

Hay un sólo absoluto, un solo principio inamovible en el evangelio de Jesucristo: el amor compasivo, la misericordia infinita que alimenta al hambriento, sana al leproso, perdona al pecador.  Para el Buen Pastor, la religión que adula la autoridad para conseguir favores sería irreconocible.  Si llegara a encontrar a su rebaño así como está;  todo cínico, obsesivo, pedigüeño, egocéntrico y ansioso; ciertamente, él diría, estas no son mis ovejas.   ¿Todos ahí sentados, afligidos por detalles insólitos, sin hacer nada por los demás?  Así no era.  Sus apóstoles daban todo lo que tenían por el Reino. Eran misioneros del amor compasivo, cien por ciento.  Debemos reencontrar ese camino.