CIUDAD DEL VATICANO, 24 DIC 2011 (VIS).-
Benedicto XVI presidió esta noche a las 22,00 en la basílica de San Pedro la Santa Misa del Gallo en
la solemnidad de la Navidad
del Señor 2011. En el curso de la celebración eucarística, después de la
lectura del Santo Evangelio, el Papa pronunció la homilía:
"Para la Iglesia antigua, esta era
la gran alegría de la Navidad :
Dios se ha manifestado. Ya no es sólo una idea, algo que se ha de intuir a
partir de las palabras. Él "ha aparecido".(...) Para los hombres de
la época precristiana, que ante los horrores y las contradicciones del mundo
temían que Dios no fuera bueno del todo, sino que podría ser sin duda también
cruel y arbitrario, esto era una verdadera 'epifanía', la gran luz que se nos
ha aparecido: Dios es pura bondad. Y también hoy, quienes ya no son capaces de
reconocer a Dios en la fe se preguntan si el último poder que funda y sostiene
el mundo es verdaderamente bueno, o si acaso el mal es tan potente y originario
como el bien y lo bello, que en algunos momentos luminosos encontramos en
nuestro cosmos. "Ha aparecido la bondad de Dios y su amor al hombre":
ésta es una nueva y consoladora certidumbre que se nos da en Navidad".
"Dios se ha manifestado. Lo
ha hecho como niño. Precisamente así se contrapone a toda violencia y lleva un
mensaje que es paz. En este momento en que el mundo está constantemente
amenazado por la violencia en muchos lugares y de diversas maneras; en el que
siempre hay de nuevo varas del opresor y túnicas ensangrentadas, clamemos al
Señor: Tú, el Dios poderoso, has venido como niño y te has mostrado a nosotros
como el que nos ama y mediante el cual el amor vencerá. Y nos has hecho
comprender que, junto a ti, debemos ser constructores de paz. Amamos tu ser
niño, tu no-violencia, pero sufrimos porque la violencia continúa en el mundo,
y por eso también te rogamos: Demuestra tu poder, ¡oh Dios! En este nuestro
tiempo, en este mundo nuestro, haz que las varas del opresor, las túnicas
llenas de sangre y las botas estrepitosas de los soldados sean arrojadas al
fuego, de manera que tu paz venza en este mundo nuestro".
"La Navidad es Epifanía: la
manifestación de Dios y de su gran luz en un niño que ha nacido para nosotros.
Nacido en un establo en Belén, no en los palacios de los reyes. Cuando
Francisco de Asís celebró la
Navidad en Greccio, en 1223, con un buey y una mula y un
pesebre con paja, se hizo visible una nueva dimensión del misterio de la Navidad (...) Para la Iglesia antigua, la fiesta
de las fiestas era la Pascua :
en la resurrección, Cristo había abatido las puertas de la muerte y, de este
modo, había cambiado radicalmente el mundo: había creado para el hombre un
lugar en Dios mismo. Pues bien, Francisco no ha cambiado (...) esta
jerarquía objetiva de las fiestas, la estructura interna de la fe con su centro
en el misterio pascual. Sin embargo, por él y por su manera de creer, ha
sucedido algo nuevo: Francisco ha descubierto la humanidad de Jesús con una
profundidad completamente nueva (...) La resurrección presupone la
encarnación. El Hijo de Dios como niño, como un verdadero hijo de hombre, es lo
que conmovió profundamente el corazón del Santo de Asís, transformando la fe en
amor (...) De este modo, el año litúrgico ha recibido un segundo centro
en una fiesta que es, ante todo, una fiesta del corazón".
"Precisamente en la nueva
experiencia de la realidad de la humanidad de Jesús se revela el gran misterio
de la fe. Francisco amaba a Jesús, al niño, porque en este ser niño se le hizo
clara la humildad de Dios. Dios se ha hecho pobre (...) Dios se ha hecho
dependiente, necesitado del amor de personas humanas, a las que ahora puede
pedir su amor, nuestro amor. La
Navidad se ha convertido hoy en una fiesta de los comercios,
cuyas luces destellantes esconden el misterio de la humildad de Dios, que nos
invita a la humildad y a la sencillez. Roguemos al Señor que nos ayude a
atravesar con la mirada las fachadas deslumbrantes de este tiempo hasta
encontrar detrás de ellas al niño en el establo de Belén, para descubrir así la
verdadera alegría y la verdadera luz".
"Quien quiere entrar hoy en la
iglesia de la Natividad
de Jesús, en Belén, descubre que el portal, que un tiempo tenía cinco metros y
medio de altura, y por el que los emperadores y los califas entraban al
edificio, ha sido en gran parte tapiado. Ha quedado solamente una pequeña
abertura de un metro y medio. La intención fue probablemente proteger mejor la
iglesia contra eventuales asaltos pero, sobre todo, evitar que se entrara a
caballo en la casa de Dios. Quien desea entrar en el lugar del nacimiento de
Jesús, tiene que inclinarse (...) Si queremos encontrar al Dios que ha
aparecido como niño, hemos de apearnos del caballo de nuestra razón
'ilustrada'. Debemos deponer nuestras falsas certezas, nuestra soberbia
intelectual, que nos impide percibir la proximidad de Dios. Hemos de seguir el
camino interior de san Francisco: el camino hacia esa extrema sencillez
exterior e interior que hace al corazón capaz de ver. Debemos (...) ir espiritualmente
a pie, por decirlo así, para poder entrar por el portal de la fe y encontrar a
Dios, que es diferente de nuestros prejuicios y nuestras opiniones: el Dios que
se oculta en la humildad de un niño recién nacido. Celebremos así la liturgia
de esta Noche santa y renunciemos a la obsesión por lo que es material,
mensurable y tangible. Dejemos que nos haga sencillos ese Dios que se
manifiesta al corazón que se ha hecho sencillo. Y pidamos también en esta hora
ante todo por cuantos tienen que vivir la Navidad en la pobreza, en el dolor, en la
condición de emigrantes, para que aparezca ante ellos un rayo de la bondad de
Dios; para que les llegue a ellos y a nosotros esa bondad que Dios, con el
nacimiento de su Hijo en el establo, ha querido traer al mundo".
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